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22/06/2017 11:41:22
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Salut solo paga los fármacos innovadores contra el cáncer si funcionan en los pacientes

La Generalitat acuerda con la industria un sistema de corresponsabilización en la financiación de los tratamientos oncológicos

El método, aplicado a 890 enfermos, permite que la sanidad pública incorpore las terapias novedosas sin romper el presupuesto

Las moléculas farmacológicas que suponen una novedad en el tratamiento del cáncer, los medicamentos que abordan la supresión de los tumores desde parámetros no explorados con anterioridad, se suelen incorporar de inmediato, por razones obvias, al arsenal terapéutico que manejan los hospitales catalanes. Alargar la supervivencia de un enfermo de cáncer, o intentar su curación, no tiene precio, coinciden médicos y ciudadanos, pero sí puede resultar inasumible el elevadísimo valor económico que la industria farmacéutica aplica a esos productos. La factura del cáncer siempre es la más cara, en la sanidad pública y en la privada.

Una ingeniosa iniciativa aplicada en los principales hospitales de Catalunya que atienden los procesos oncológicos –un 60% del total- ha dado con la fórmula que permite acceder a dichas innovaciones sin por ello arruinar al sistema sanitario.

Dichos hospitales -Vall d'Hebron, Bellvitge, Can Ruti, Arnau de Vilanova o Joan XXIII, entre ellos-, incorporan las sustancias nuevas, comercializadas, que en su fase de ensayo clínico han demostrado superar los beneficios de sus predecesoras en el tratamiento de determinados cánceres, pero el Servei Català de la Salut (CatSalut) solo acaba pagando aquellas que realmente funcionan en los pacientes que las reciben. El coste de las que no benefician a los pacientes lo asume el laboratorio farmacéutico que las suministró.

EL VALOR NO ES SOLO EL PRECIO

La iniciativa, propuesta por la farmacóloga Anna Clopés, directora de política del medicamento en el Institut Català d’Oncologia (ICO), incorpora en la valoración que pone precio a un producto el concepto del beneficio que proporciona. Lo han llamado esquema de pago por resultados, o riesgo compartido: una forma de corresponsabilización que ya han suscrito ocho destacadas compañías farmacéuticas.

El modelo ha sido experimentado en 882 pacientes de cáncer que han recibido 12 fármacos susceptibles de ser aplicados en 16 tipos de tumores distintos. En todos los casos, se trata de moléculas surgidas de investigación sobre las bases genéticas del cáncer, que atacan específicamente a las células tumorales sin afectar al tejido colindante –denominadas dianas terapéuticas-, o bien fármacos que seleccionan y potencian a los sectores del sistema inmunológico suprimido por el propio cáncer, lo que reactiva las defensas naturales del cuerpo.

Los pacientes beneficiados sufrían cánceres de colon, pulmón, mama, riñón, glioblastoma cerebral o mieloma. Entre un 60% y un 90% de esos tratamientos funcionaron, atacaron a la masa tumoral o prolongaron la vida de los enfermos y, en consecuencia, Salut pagó su coste. Entre el 10% y el 40% restante no funcionó, y la factura fue asumida por el laboratorio productor.

“El margen de incertidumbre que implican las innovaciones oncológicas lo asumimos juntos: pacientes, médicos, gestores sanitarios e industria –afirma Clopés, que también es directora de apoyo asistencial en el Institut Català de la Salut (ICS)-. Por más alto que sea el precio de una diana terapéutica, si supone la curación de una persona vale la pena apostar por ella. El valor se mide por el beneficio que aporta. Compramos resultados en cáncer, no productos nuevos”. Ese alto porcentaje de aciertos, añade Clopés, suele coincidir con el resultado de los ensayos que precedieron a la autorización de dichos medicamentos.

UNA PRÁCTICA QUE SE OCULTA

La fórmula que calibra si una molécula innovadora funcionan o no en un paciente difiere en cada tipo de cáncer: en unos, se observa la evolución del tumor por medio de un TAC a las 16 semanas de iniciado el tratamiento, en otros se busca su presencia en las células sanguíneas. Cada paciente es distinto y lo que funciona en una persona puede no ser eficaz en otra, una variación que no altera el pacto de financiación: Salut solo asume el coste de la terapia que beneficia.

Convencer a la industria farmacéutica de que compartir ese riesgo era una apuesta ganadora no fue sencillo. De hecho, la mayoría de países donde se desarrollan experiencias semejantes –Suecia, Holanda o Italia- no difunden la existencia de sus programas de pago farmacológico por resultados.

Los hospitales catalanes en que se aplica esta iniciativa, adscritos a la Xarxa Oncològica de Catalunya (XOC), atienden cada año una media de 6.500 nuevos enfermos de cáncer, que no siempre pueden ser candidatos a recibir fármacos innovadores. “La experiencia resulta positiva: la industria responde. El objetivo es ir extendiendo este modelo a cuantos medicamentos innovadores sea posible –afirma Josep Tabernero, director de investigación en la XOC y responsable de la atención del cáncer en el Hospital del Vall d’Hebron-. El paciente resulta claramente beneficiado: le garantizamos el acceso a las nuevas moléculas antitumorales, sin por ello poner en peligro la sostenibilidad del sistema. Fundamental”.

El coste del tratamiento de los enfermos de cáncer es el más elevado entre todas las patologías que afectan a los seres humanos, y no solo por el precio de los medicamentos aplicados sino por la elevada y creciente cifra de enfermos atendidos. Los fármacos que tratan la esclerosis múltiple o el sida tienen precios muy altos, pero la proporción de afectados es mucho menor.



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