El sector farmacéutico se enfrenta a un nuevo paradigma donde la continuidad operativa es una prioridad estratégica ante un contexto global incierto y vulnerable. Un informe reciente advierte que los modelos tradicionales de gestión de crisis son insuficientes, y que las empresas deben pasar de enfoques reactivos a estrategias integradas de resiliencia. Esto implica un enfoque holístico que abarque desde el análisis de vulnerabilidades hasta la recuperación post-crisis, ya que las interrupciones no planificadas pueden generar pérdidas económicas, retrasos en la producción, afectación a pacientes y daño reputacional, magnificados por las redes de suministro internacionales y las exigencias regulatorias.

Para lograr esta resiliencia, las compañías están consolidando infraestructuras robustas, diversificando la producción crítica y fortaleciendo la cadena de suministro. Es crucial realizar análisis de impacto (BIA) y mapas de riesgos específicos, además de evaluar la preparación de los proveedores. La ciberseguridad es un riesgo emergente que requiere reforzar protocolos digitales y auditar sistemas. La coordinación interna entre departamentos es fundamental para respuestas ágiles, y la tecnología emergente como la IA y blockchain juega un papel clave para monitorear riesgos y automatizar respuestas. La inversión en continuidad se considera una inversión a largo plazo y un compromiso estratégico desde la alta dirección, que fortalece el posicionamiento competitivo y la confianza.