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04/07/2016 11:36:52
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El código de Farmaindustria y la presión de los laboratorios

Salvador Díaz Lobato, responsable de la Unidad de Ventilación Mecánica no Invasiva del Ramón y Cajal

La investigación y desarrollo de nuevos medicamentos, desde su concepción original hasta que pueden ser prescritos a los pacientes, es una encomiable tarea de la industria farmacéutica.
 
Éste es un proceso largo y tedioso, una carrera de obstáculos en la que hay que demostrar que un fármaco es útil, seguro, eficaz, eficiente y que, además, aporta un valor añadido a los medicamentos ya existentes.
 
El desarrollo de un nuevo fármaco conlleva la realización de múltiples estudios y ensayos clínicos que garanticen que puede ser consumido por los pacientes sin riesgo alguno para ellos. Después de haber sido aprobado por las principales agencias de medicamentos y registrado por la administración sanitaria, el nuevo medicamento podrá, por fin, ser recetado por los médicos a sus pacientes. Como la industria farmacéutica no tiene acceso a los enfermos, en la investigación y desarrollo de los nuevos medicamentos resulta imprescindible la participación de los médicos.
 
Los ensayos clínicos exigen de los profesionales y de los centros sanitarios mucha dedicación y esfuerzo: reuniones previas, burocracia, firmas, aprobación por las autoridades competentes, formación y adiestramiento en la metodología del ensayo, reclutamiento de pacientes, cumplimiento del protocolo, completar las bases de datos, recibir auditorias, atender a los monitores, reuniones para valorar cómo va transcurriendo el estudio, su término, una reunión final y la presentación de los resultados.
 
Todo este trabajo es remunerado. La administración, los centros sanitarios y los médicos que asumen esta carga laboral adicional a su actividad asistencial cobran por ello. Las fundaciones hospitalarias, los Comités de Ética de la Investigación Clínica, las unidades de investigación y las gerencias hospitalarias, velan por que este trabajo se realice de forma escrupulosa y exquisita, según las normativas internacionales. Y aquí hay que mencionar, fundamentalmente, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Declaración de Helsinky que, promulgada por la Asociación Médica Mundial, establece los principios éticos que deben guiar a la comunidad médica en la experimentación con seres humanos.
 
Los organismos de control hospitalarios aprueban una memoria económica para cada ensayo clínico, donde quedan perfectamente reflejadas las cantidades que recibirán todos los agentes involucrados en su desarrollo y ejecución, el hospital a través de su Fundación, los investigadores y los colaboradores.
 
Las cantidades que se pactan en la memoria económica, habitualmente no están a la altura de la carga de trabajo que conlleva participar en un ensayo clínico, por lo que muchos médicos no aceptan participar en ellos. No obstante, siempre hay profesionales dispuestos a colaborar con el progreso científico. La industria farmacéutica corre con los gastos de las reuniones que se convocan durante el estudio. Y si, finalmente, los resultados son prometedores, es normal tener una reunión final para darlos a conocer y brindar por el éxito alcanzado.
 
Estos resultados deben ser comunicados al resto de profesionales para que puedan trasladarlos a su práctica clínica en beneficio de sus enfermos. Aquí, de nuevo, la industria farmacéutica desempeña un papel fundamental en la formación de los médicos y en la divulgación del conocimiento científico. La organización de reuniones, jornadas, mesas redondas, seminarios, grupos de discusión, talleres o cualquier otra forma de aglutinar a expertos y profesionales ávidos de conocimientos, ha sido siempre una necesidad formativa para estos profesionales de la sanidad y un motor para el desarrollo y sostenimiento de los congresos médicos. Y, en el escenario de la sanidad española, la industria farmacéutica ha asumido históricamente un gran protagonismo en la formación continuada de los médicos del sistema sanitario público, aliviando a la Administración del coste que le supondría tener que formar a sus profesionales.
 
Además, gran parte de esta formación se realiza fuera del horario laboral y, muchas veces, durante fines de semana, lo que supone un sacrificio adicional de los médicos en detrimento de su vida privada. La asistencia a congresos, jornadas y reuniones ha estado históricamente financiada, principalmente por la industria farmacéutica, y vista con recelo por el resto de agentes sociales.
 
Una vez que el medicamento sale al mercado, el sistema permite que haya competencia. Esto quiere decir que un número variable de laboratorios farmacéuticos pueden presentarle al médico el mismo producto o productos muy similares, con una clara intencionalidad comercial donde cada uno quiere vender el suyo. La figura de los laboratorios licenciatarios conduce a un escenario donde el mismo medicamento puede responder a diferentes nombres comerciales que compiten entre sí. ¿Qué criterio serio o científico puede inducir a un profesional sanitario a elegir uno entre ellos? En realidad, ninguno. ¿Entonces?
 
Esta actividad comercial de la industria farmacéutica siempre ha dado mucho que hablar y ha supuesto que la relación entre médicos e industria sea vista siempre con desconfianza. Unos quieren vender y otros se dejan sobornar, según parece deducirse de los habituales comentarios que se vierten sobre esta perversa relación. Los laboratorios obsequiarían a los médicos con viajes y regalos con la finalidad de que receten sus productos. Laboratorios corruptos y médicos delincuentes: roles que no existirían si no hubiera esta actividad comercial.
 
En los últimos años, se ha considerado necesario introducir elementos de transparencia en las relaciones entre médicos y laboratorios. Con ello se pretende que las transferencias de valor entre ambos sean públicas para que nadie dude de la honestidad de unos y de otros. Este movimiento lo lidera Farmaindustria, grupo de presión e interés que agrupa a la gran mayoría de los laboratorios farmacéuticos innovadores, que representan la casi totalidad de las ventas de medicamentos de prescripción en España.
 
Todos los asociados a Farmaindustria, así como los miembros de la Federación Europea de la Industria Farmacéutica (Efpia) y aquellos laboratorios que, no siendo asociados, se han adherido voluntariamente al Código de Buenas Prácticas, se comprometen y obligan a respetar, en sus actividades promocionales y en sus interrelaciones con los profesionales sanitarios (o con cualquier otra persona que, en el ejercicio de su profesión, pueda realizar o condicionar las actividades de prescribir, comprar, distribuir, dispensar o administrar un medicamento), los principios recogidos en el Código de Buenas Prácticas del Sistema de Autorregulación. Muy recientemente, apenas hace un mes, Farmaindustria se ha registrado definitivamente como lobby.
 
En enero de 2014 entró en vigor un nuevo Código de Buenas Prácticas de la industria farmacéutica: el Código de Farmaindustria. En este código se recogen los principios elementales relacionados con la promoción de medicamentos de prescripción, la interrelación con profesionales, organizaciones sanitarias y organizaciones de pacientes, así como la transparencia de las interrelaciones de la industria farmacéutica. Además, se establecen las reglas de aplicación, control, infracciones y sanciones, así como el reglamento de los órganos de control del código. El principio fundamental que ha guiado el mensaje del nuevo código es la transparencia como generador de confianza.
 
Los laboratorios farmacéuticos, al amparo del código de Farmaindustria, han adaptado progresivamente su forma de relacionarse con los médicos. La actividad promotora de ensayos clínicos se ha mantenido, dado el interés de todos en la investigación y desarrollo de nuevos medicamentos.
 
Sin embargo, la actividad patrocinadora de la formación médica se ha resentido notablemente. Se han reducido drásticamente las ayudas de forma global. Algunos laboratorios se han radicalizado en posiciones en las que no se puede financiar ninguna actividad en la que participe un médico potencialmente prescriptor. Otros han articulado mecanismos de donación de fondos a sociedades científicas para que se mantenga la celebración de congresos y reuniones, pero siendo la sociedad científica la que finalmente paga los honorarios de los profesores y ponentes de estos cursos, en aras de la tan deseada transparencia. Como mecanismo alternativo (quien hace la ley, hace la trampa), se organizan congresos, mesas y jornadas donde el ponente es extranjero, por lo que al no ser un potencial prescriptor en nuestro país, todo es más ético y aquí no pasa nada. Eso sí: es muy importante que no te vean tomándote un café con un delegado de visita médica.

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