La propuesta de la administración Trump de aplicar aranceles del 200-250% a las importaciones de medicamentos ha generado una gran preocupación en la industria farmacéutica, a pesar de un posible período de gracia de 12 a 18 meses. Los analistas advierten que esta medida, que busca abordar lo que se perciben como precios injustos y atraer operaciones farmacéuticas de vuelta a EE. UU., podría provocar un aumento en los costes de producción, una escasez de fármacos y un incremento de los precios para los consumidores. Países como Irlanda, Dinamarca, Bélgica y Alemania habrían sido los más afectados por estas políticas proteccionistas.

Las repercusiones potenciales incluyen una significativa reducción de las exportaciones farmacéuticas hacia EE. UU., lo que llevaría a la inflación y a la subida de precios, afectando la competitividad del sector y pudiendo generar "efectos bumerán" como la contracción del comercio y recesiones. A corto plazo, se preveían reducciones en los beneficios de las compañías farmacéuticas, posibles pérdidas de empleo o un aumento de la temporalidad. La industria también expresó preocupación por el impacto en los insumos esenciales para la fabricación de medicamentos, dado que el 24% de estos en Europa provienen de EE. UU.. Tanto Farmaindustria como la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, instaron a excluir los medicamentos y las vacunas de cualquier arancel futuro, alertando sobre las nefastas consecuencias para la economía mundial, el aumento de precios y el perjuicio a los ciudadanos más vulnerables.